Asistencia técnica y asesoramiento en Prevención de Riesgos Laborales. CCOO ANDALUCÍA.

Voz en Off: otra infradeclaración de enfermedad profesional

Se estima que entre un 5% a un 7% de la población española sufre algún tipo de trastorno de la voz que requiere asistencia médica, sufriendo los españoles al menos un trastorno de la voz al año.

El pasado mes de abril es un mes que se caracteriza por conmemorar muchos días relacionados con la salud, hicimos referencia a varios de ellos, pero nos dejamos en el tintero uno: el Día Internacional de la Voz, un día que se viene celebrando todos los 16 de abril desde el año 1999. Por otro lado, también hace tan sólo unos días conmemorábamos el 28 de abril, Día Internacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, un día que este año ha servido para denunciar el grave subregistro que existe en torno a las enfermedades profesionales.

Y muchos y muchas estarán pensando, qué tipo de relación tienen uno y otro día entre ellos. Y sin embargo, mucha más de la que nos gustaría, ya que se estima que entre un 5% a un 7% de la población española sufre algún tipo de trastorno de la voz que requiere asistencia médica, sufriendo los españoles al menos un trastorno de la voz al año, y es que un porcentaje muy alto de este tipo de dolencias se  debe sin lugar a dudas a la exposición laboral.

Muchas son las profesiones en las que se utiliza la voz de forma habitual: docentes, teleoperadores, personas que trabajan de cara al  público, artistas, periodistas, comerciales, asesores y así un muy, pero que muy largo etcétera. Sin embargo, el Real Decreto 1299/2006 sobre Enfermedades Profesionales tan solo reconoce que las actividades en las que se precise un uso mantenido y continuo de la voz, como son profesores, cantantes, actores, teleoperadores o locutores, son susceptibles de producir una enfermedad relacionada con la voz, concretamente la de los “Nódulos de las cuerdas vocales a causa de los esfuerzos sostenidos de la voz por motivos profesionales”.

Y qué pasa con el resto de las actividades y profesiones donde se hace un uso excesivo de la voz, y en las que las patologías que se sufren son muchas y muy diversas por este motivo. Pues la respuesta es muy clara: Básicamente nada de nada.

Si analizamos detenidamente los datos estadísticos en relación a las enfermedades profesionales notificadas en el año 2012, se puede comprobar que tan sólo existen 391 casos de enfermedades relacionadas con las voz, lo que equivale a tan sólo un 2.5% del total de enfermedades profesionales notificadas, un dato completamente irrisorio teniendo en cuenta la gran cantidad de profesiones en las que la voz se utiliza de forma continuada.

Pero si profundizamos un poco más, se evidencia que una de las profesiones en las que más se ve afectada la voz, la de los educadores, podemos comprobar que tan sólo se notifican 60 enfermedades con baja por este motivo. Otro dato un tanto ridículo si tenemos en cuenta que en nuestro país, sólo en la educación pública el número de docentes alcanza casi el medio millón. Otro dato a destacar es que  una vez más son las mujeres la que más perjudicadas salen, ya que se declaran 8 veces más las enfermedades por este motivo en el caso de las mujeres que en el de los hombres.

Sin embargo, la realidad del colectivo docente es bien distinta, ya que se estima que frente a la prevalencia del 5% en la población general, estudios recientes muestran que entre los docentes es del 57 por ciento: 20% de lesiones orgánicas (nódulos, pólipos, edema de Reinke), 8% de laringitis crónica y el 29% de lesiones funcionales. Estos porcentajes se elevan  si nos referimos a los docentes que han estado de baja alguna vez durante su vida laboral por problemas de voz. Viendo los datos de declaración de enfermedades profesionales por este motivo, entendemos que la mayoría de estas bajas son por enfermedad común, por lo que una vez más, se está derivando al Sistema Público lo que en realidad debería de ser asumido por las Mutuas.

En consecuencia y como en la mayoría de las dolencias relacionadas con el trabajo que van apareciendo de manera lenta y paulatina, se vuelve a producir, una vez más, la infradeclaración de enfermedades laborales, y en este caso concreto, la NO declaración de aquellas patologías relacionadas con la voz, tratándose la mayoría de ellas como enfermedad común. Por esta razón se plantea la necesidad de modificar el actual cuadro de enfermedades profesionales, incluyendo no sólo los nódulos de cuerdas vocales, sino también aquellas otras enfermedades relacionadas (laringitis crónica, disfonía de larga evolución con voz grave, pólipos de cuerdas vocales, disfonía crónica, etc.), ya que la cruda realidad es que la actividad de estos colectivos conlleva unas características especiales que las originan o las fomentan.

Entre las medidas que se proponen se encuentran:

  • Mejorar el conocimiento de los trabajadores sobre las patologías más frecuentes, así como el conocimiento de la fisiología vocal a través de la prevención y formación práctica en el uso correcto de la voz.
  • Mejorar el conocimiento de las medidas preventivas personales en el uso de la voz.
  • Vigilancia específica de la salud, orientada a la detección precoz de estas patologías, donde se incluya una exploración básica del aparato fonador o la incorporación de cuestionarios de síntomas.
  • Las empresas deben notificar a las Mutuas cualquier sospecha de enfermedad para su evaluación y registro en su caso, en aras a mejorar el existente subregistro de enfermedades profesionales.

Por último, entre las recomendaciones que incluyen los especialistas es que en el caso de padecer una alteración de la voz durante más de dos semanas es necesario acudir al otorrinolaringólogo, ya que una  disfonía durante más de 15 días suele ser el reflejo de una alternación estructural de las cuerdas vocales que debe ser diagnosticada lo antes posible para detectar cualquier posible lesión de gravedad. Cuando se habla del riesgo químico, normalmente lo primero que a uno se le viene a la cabeza es la imagen de una fábrica de productos químicos. Sin embargo, si a un operario de limpieza que utiliza diariamente amoniaco, o a pintor que emplea disolvente de manera